Evidentemente, el título del libro es de lo más sugestivo. Desgraciadamente sigue siendo un titular de enorme actualidad. No creo que haya dejado de serlo a lo largo de la Historia. Crucificamos a Cristo todos los días. Pero bueno, este tema será objeto de reflexión en el blog correspondiente.
La novela de Katansakis está ambientada en un pueblecillo griego (Licovrisi) a principios del siglo XX, creí interpretar. Se trata de una crítica demoledora del establishment político-religioso, en una sociedad aparentemente menos desarrollada que la actual.
El Pope de Licovrisi reune a los notables del pueblo para elegir a los actores que, como cada tres años representarán la Pasión de Cristo durante la Pascua. Los notables ya representan diferentes arquetipos que podemos encontrarnos hoy: el capitán de barco aventurero, agnóstico, vividor y simpaticote, el arconte, o la persona que la tradición impone como representante administrativo del pueblo, aquel al que acuden cuando hay dificultades, y cuya posición le ha hecho rico, el avaro empresario poseedor de la mayor fortuna, pero miserable incluso consigo mismo, y el profesor del colegio, que además es hermano del Pope, o sea que todo queda en familia. Frente a ellos, el poder turco, el aga, otro depravado. Poder político y religioso, tanto monta, monta tanto.
La elección de los actores marca un antes y un después en la historia de la aldea. Para el papel de Jesus es elegido Michelis, un sencillo pastorcillo que ha adoptado el arconte y que tiene una vida sencilla en las montañas. Raparten los papeles de Pedro, Santiago y Juan entre un buhonero, el hijo del arconte y el dueño del bar del pueblo. Tres personalidades distintas, a las que las caracterización también les cambiará la vida. El papel de María Magdalena, obviamente para la prostituta (la viuda) del pueblo, y el de Judas para un desgraciado, al que el papel también cambiará lamentablemente la vida, sacando sus peores instintos.
La trama se complica con la aparición en la aldea de un grupo de perseguidos, de unos harapientos a los que el turco ha hecho huir de su aldea. En su mayoría mujeres, ancianos, niños. Al frente de ellos otro Pope, en este caso corajudo. Por supuesto, el pope de Licovrisi les rechaza en su pueblo, utilizando estratagemas censurables y les obliga a instalarse en la montaña, sin ningún tipo de ayuda ni resguardo.
La vida en Licovrisi sigue, indiferente al sufrimiento de sus vecinos. Sólo los actores se han metido en su papel y por tanto sufren e intentan ayudar.
Entretanto, aparece muerto el amante del aga, y existen distintas historias que mantienen en todo momento el ritmo de la obra.
La lucha está servida, y se intuye el final. La descripción de los acontecimientos es de lo más descarnada. Probablemente se exageren los caracteres, pero en ellos podemos vernos fácilmente reflejados. Incluso es posible ver en cada uno de nosotros algo de cada uno de ellos.
Sólo un pero a la narración. Me parece injusto el trato que el autor hace de la viuda. Su demostración de amor supera bajo mi punto de vista a la de Michelis, pero el autor no le da, siquiera, el mismo valor.
La Iglesia ortodoxa excomulgó a Kazantakis. Imagino que por su obra "La última tentación de Cristo", aunque no creo que por esta saliese a hombros. Incluso no ha permitido enterrarlo en un cementerio, y descansa en la muralla que rodea la ciudad de Heraclion. Su epígrafe dice "No espero nada. No temo nada. Soy libre".
Lástima que no se alineasen con el Pope de Licovrisi en lugar de con el de los marginados.