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rating: 5 of 5 starsMagnífico libro de viajes, alrededor de Turquía, Siria, Líbano, palestina y Egipto.
El autor, un inglés del 65, cristiano católico, comienza su viaje en el Monte Athos. Primero consigue el permiso para pernoctar allí y poder revisar los manuscritos de un monje del siglo VI, Juan Mosco. Su escrito "El Prado espiritual" le servirá como guía de los viajes que realizó el referido monje por todo Oriente Próximo. El autor lo emula en el siglo XXI, y nos describe la situación de estos territorios, con especial incidencia en la situación de los cristianos en la época de Juan Mosco y ahora. Las enormes dificultades que tienen en Turquía, especialmente los armenios, la situación más tranquila en Siria, gracias la régimen más permisivo del gobierno Baaz, el destrozado país del Líbano y la controversia con los líderes de los maronitas y las dificultades experimentadas por el éxodo palestino (cristiano y musulmán), los campos de refugiados en Israel, para terminar su recorrido en el alto Egipto, en el monasterio que linda con el desierto, Deir el Abiad.
Libro muy ameno, que combina las vivencias de hace 1500 años con las de ahora, y en las que podemos ver cómo la vida de los cristianos nunca ha sido fácil en estos territorios. Como libro de viajes consigue contagiar la ilusión de repetirlo, y atesorar la vivencia. Insalah!
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1 comentario:
William Dalrymple, Desde el Monte Santo. Barcelona 2008.
A finales del siglo VI, el monje Juan Bosco y un compañero realizaron un largo viaje a través de las provincias orientales del Imperio bizantino. La época gloriosa de Justiniano había pasado y se iniciaba lentamente su larguísimo crepúsculo, favorecido y espoleado por los ejércitos del Islam, que fueron ocupando sus tierras y ciudades. En esa época todavía el cristianismo constituía el alma de unas tierras que nosotros imaginamos siempre mahometanas. Ciudades gloriosas por su arte, comercio, universidades, eran fervorosamente cristianas y sus campos, aldeas y desiertos estaban ocupados por monasterios, algunos de ellos inmensos, poblados por monjes santos, teólogos, artesanos y agricultores. Todavía hoy miramos con admiración lo que queda del arte religioso bizantino, armenio, sirio, copto, georgiano. En el diario de Bosco encontramos, entre otros temas, a los estilitas, el canto litúrgico de los monjes, el trabajo de reproducción de códices, las permanentes y agotadoras discusiones teológicas, la vigencia de las herejías cristológicas, los mosaicos y el influjo repetido a escala reducida de santa Sofía de Constantinopla.
Los árabes intentan por todos los medios ocultar la presencia de la tradición cristiana y de los muchos cristianos que todavía quedan, auténticos herederos de los primitivos habitantes, pero para nosotros aquella región es mágica no solo porque siendo cuna del cristianismo mantuvo una historia apasionante desde el punto de vista del arte, del desarrollo social y de la vivencia y la doctrina cristiana, sino, también, por el ejemplo de mantenimiento de su identidad cristiana por parte de millones de cristianos en Estados musulmanes.
El autor de este libro pretende seguir los pasos del monje bizantino a lo largo de un largo viaje que inicia en Monte Athos, en Grecia, y atraviesa Egipto, Palestina, Siria, Líbano y Turquía. Leyendo estás páginas con perspectiva histórica, nos encontramos con la casi desaparición del cristianismo dominante y, al mismo tiempo, con la sorprendente supervivencia de comunidades cristianas a lo largo de los siglos, hasta comprobar con estupor que es precisamente en nuestro tiempo cuando este cristianismo está desapareciendo ante la ciega indiferencia de los europeos y norteamericanos. Se trata de la crónica de un viaje, la exposición de una larga y riquísima historia y de la interpretación de algunas situaciones políticas y religiosas.
El siglo XX ha sido el tiempo de la iniquidad para esta población cristiana. Los turcos modernos de Ataturk intentaron aniquilar a los armenios y los actuales mantienen su política arrasando las numerosas huellas cristianas; en Egipto no existen estadísticas sobre los coptos, aunque se afirma que pueden ser hasta ocho millones, siempre marginados y mal vistos. La sensación de asedio de los cristianos locales es generalizada. No son solo los fundamentalistas los perseguidores: en Turquía, los cristianos sírios se encuentran emparedados entre los turcos y los kurdos, y ambos los atacan; en Israel, los cristianos son árabes y, por consiguiente, mal vistos. En todas partes están severamente discriminados.
La persistencia del cristianismo a lo largo de los siglos constituye un ejemplo de fidelidad sorprendente. No olvidemos que en estos límites territoriales se levantaban cuatro de los cinco patriarcados cristianos: Alejandría, Antioquía, Jerusalén y Constantinopla.
El autor presenta algunas interpretaciones dignas de estudio y análisis crítico. Por ejemplo, la atribución a los maronitas de todos los males acaecidos en el Líbano. Presenta, por otra parte, una confusión pagano-cristiana en Alejandría difícil de conjugar en una religión que atacó el sincretismo con absoluta decisión. Otra cosa es que los cristianos orientales utilizaran imágenes, conceptos y figuras del pasado para su nueva iconografía y catequesis. En el conjunto, sin embargo, sus observaciones son interesantes.
Tras la lectura del libro me he convencido del todo de la conveniencia de visitar Siria y cuanto queda de la antigüedad cristiana.
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