My review
rating: 1 of 5 starsNo dudo que el Sr. Sobrequés sea un erudito historiador. Incluso que, dada su trayectoria solo sepa de historia de Cataluña. Por tanto, los datos que aporte sobre la historia de la ciudad que me vio nacer, y a la que quiero tanto, serán sin duda ciertos, y poca gente tendrá un conocimiento tan amplio y tan profundo de los mismos como el autor del libro.
Hasta 1714 el libro refleja los datos históricos de una ciudad que existía antes de la llegada en el 217 adC de los romanos, con el nombre de Barcino. Interesantes apuntes del nacimiento de la ciudad, y de su anquilosamiento en el Medioevo, debido a unas instituciones que no conseguían el desarrollo económico ni demográfico. El autor, sin embargo, se empeña en utilizar testimonios de personajes tan conocidos como Karl von Zinzendorf o Arthur Young, para describir las magnificencias de la ciudad. Sorprende, sin embargo, la total ausencia de referencia a ninguna ciudad al oeste o al sur de Cataluña. Solo compara a Barcelona con ciudades como Manchester, Genova o Florencia... Madrid, Toledo o Sevilla parecen no existir para el autor.
De 1714 en adelante Sobrequés nos muestra un patético intento de enfrenta a Cataluña, a Barcelona con o que él llama el gobierno de Madrid, al que atribuye todas las desgracias de la ciudad, sin que aparentemente se haya hecho nada por Cataluña. Algunas perlas a destacar son las siguientes:
Página 140: Entre 1714 y 1833 se experimenta un gran crecimiento demográfico y económico... y un gran avance hacia la contemporaniedad... sin que pueda establecerse -como han pretendido algunos- una relación de causa-efecto, con el triunfo borbónico. Toma ya. Cataluña y Barcelona, a la que sus instituciones han mantenido en la más absoluta mediocridad durante siglos, avanzan tras la instauración de los Decretos de Nueva Planta, tras la abolición del Consejo de Ciento, institución quizá romántica, pero indudablemente (a tenor de la lectura del libro) rancia, pero el autor niega cualquier tipo de relación. Curioso.
También afirma que la represión de 1714 "puso fin a la Cataluña independiente", sin que en las páginas anteriores nos haya dicho cuando fue independiente, ya que formaba parte de la corona de Aragón...
Cuando Berwick reemplaza al Consejo de Ciento, lo hace con catalanes de las más antiguas familias. Habla de ellos como si fuesen traidores que habían acogido con los brazos abiertos al "ejército extranjero", como si el ejército de los ingleses, austriacos, daneses y holandeses que se enfrentó a él fuese eminentemente catalán...
También parece muy ofendido porque el monarca triunfador en la contienda rebajase el título del ayuntamiento de Barcelona de Excelentísimo a Ilustrísimo...
La Iglesia no aparece a lo largo de la historia de Barcelona, más que de manera marginal, o como culpable de los males propiciados por el gobierno de Madrid en contra del pueblo catalán (no se sabe muy bien de qué pueblo, ya que éste siempre salía a la calle a saludar a sus reyes, y además parece que, salvo sus prohombres nacionalistas, tenían buenas relaciones con el resto de España). La inquisición fue producto de Castilla, y los catalanes los únicos que la sufrieron.
Otro dato que sorprende, y que ha sido indicado anteriormente, es la falta de una sola comparación (para no faltar a la verdad hay una en la página 175, en la que afirma que en el siglo XIX Barcelona era una ciudad más atractiva que Madrid y que se le consideraba la primera ciudad del Estado español, así sin más...) demográfica o de riqueza con el resto de ciudades españolas, mientras que siempre se comparan con ciudades de historia tan parecida a la barcelonesa como Manchester, Genova, Viena. Nada se habla del comercio interno, de las relaciones sociales o políticas con el resto de España.
En penúltimo lugar, el tratamiento que da a la II República es cuando menos delirante. Basta leer la página 245: "La Segunda República tendrá una vida efímera, porque las fuerzas reaccionarias militares, sociales, económicas y religiosas provocaron una guerra que duró tres años..." Vaya, sólo por eso, nada que ver el caos, los asesinatos, la pobreza, el hambre, la inseguridad, las apropiaciones...
El victimismo rezuma en las páginas dedicadas al franquismo, donde una vez más, nada se hizo por Cataluña, sino más bien al contrario. Barranquismo, aislamiento, cercenamiento de sus posibilidades.
Dos últimas anécdotas. Habla de un marco represor en el mundo de la cultura (página 258), y como ejemplo pone el que algunas instituciones catalanas de tipo científico estén opuestas, en una lucha desigual, con otras del estado. Por ejemplo, el Institut d'Estudis Catalans, opuesto al CSIC. Y digo yo, no saldría más a cuenta unirlas?
La última, define a Barcelona como un "traspaís", palabra que reconozco nunca había oído. Parece indicar que es algo más que un país (como el Barsa, que es más que un club). Buscando la definición del palabro, encuentro que según el diccionario es "una zona interior de un territorio, alejada de la costa", lo cual, a mi modesto entender, no se corresponde con la realidad, como otras muchas opiniones del autor.
En definitiva, creo que es un buen texto de historia, desvirtuado por las opiniones partidarias y completamente subjetivas (en mi opinión, paletas) del autor. Un libro peligroso para los lectores que no lo confronten con otras historias de España, ya parece estar en posesión de la verdad absoluta en temas cuando menos opinables, y que de esta manera falsean la realidad que se pretende contar.
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2 comentarios:
¿Qué tal si le recomendamos al autor que se lea El Quijote y repase el retrato que el insigne manco de Lepanto hace de Barcelona?
No le vendría mal. Probablemente no tendría que repasarlo, sino leerlo por primera vez, lo cual le resultaría, sin duda, sorprendente
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