lunes, 23 de julio de 2007

“Sostiene Pereira”, de Alberto Tabucchi. Ediciones Anagrama. Decimotercera Edición (1.997)

Novela ambientada en la Lisboa de agosto de 1.938, bajo la dictadura salacista, y en plena guerra civil española. Narrada en tercera persona (sería curioso contar el número de veces que aparece la palabra “sostiene”), describe la historia de un periodista encargado de la sección cultural de un diario vespertino.

Es una novela cargada de melancolía, como la vida del personaje. Es una vida proyectada en el pasado, de un viudo que espera la muerte, sin ninguna ambición especial, tras el fallecimiento de su mujer. Pereira es un hombre solo, sin familia, sin amigos, con una vida neutra, gris, sin relevancia.

Sin embargo, la irrupción de una pareja de jóvenes va transformándola, haciendo que se comprometa con una realidad de la que ha decidido aislarse. Como en casi todas las historias, el autor nos presenta dos bandos –el Bien y el Mal-, escasos en cuanto al número de personajes, pero no en la definición de los mismos. Pereira se sitúa inicialmente en el medio, debido a esa neutralidad exenta de compromiso con la realidad antes mencionada. Pero a lo largo de la novela va derivando hacia lo que el autor sostiene como lado del Bien, y que tiene como colofón un final que imprime a la novela un ritmo muy distinto al del desarrollo de la misma.

Me parece muy interesante la última conversación que mantiene con el sacerdote franciscano, Don Antonio, a la que recrimino quizá la falta de caridad cuando se refiere a los religiosos ejecutados. Menos interesante me parece la teoría de la multiplicidad de almas del doctor Cardoso.

Destaco la nota final, en la que el autor describe, de forma inteligente, la razón que le llevó a escribir esta novela y el formato de la misma.

En definitiva, a través del protagonista Tabucchi nos hace una buena descripción de la época, y de las perversiones de los regímenes dictatoriales, en los que destaca, al margen de incidentes grotescos, la falta de libertad. Y en el mundo en el que vivimos, probablemente esa falta de libertad no sea patrimonio exclusivo de las dictaduras, y ahí lo dejo.

1 comentario:

Peregrino dijo...

Comentario de Juan Mari

Estoy de acuerdo con cuanto escribe Alfonso. He desfrutado con una narración, aparentemente, muy fluída y sencilla, tersa, medida, con pocos ámbitos de situación, porque los repite a menudo, con una palabra-sostiene- que repite 149 veces, no se sabe bien si por puro capricho o como recordatorio de que se trata de la transcripción de cuanto cuenta el protagonista en un futuro impreciso. Poco a poco, sin ninguna razón aparente, sientes simpatía por un personaje, en realidad, gris, repetitivo , poco atayente.

Según iba leyendo me ha parecido que el protagonista, sin quererlo ni buscarlo, se ha visto obligado a plantearse el sentido de su vida. y en ese momento la novela adquiere una nueva dimensión. ¿Cúando nos preguntamos esta cuestión crucial del sentido de nuestra vida y por que la planteamos? ¿En la soledad? ¿Cuando encontramos alguien que cuestiona nuestras opciones?
En el momento que el protagonista decide y se arriesga encuentra un sentido que antes desconocía.