martes, 23 de octubre de 2007

"Castellio contra Calvino", Stefan Zweig. Ed. Acantilado


Después de un mes de sequía literaria volvemos a la carga para comentar este sugerente libro, que describe los vicios de la intransigencia –en este caso fundamentalmente religiosa- frente a la debilidad de la tolerancia.


De fácil lectura, Zweig nos presenta las vidas del puritano Calvino, del humanista Castellio, y del utópico Servet.


A Calvino se nota que no le tiene mucho cariño, ya que nos lo presenta como el reformador de la Reforma, intransigente visionario, tirano no sólo espiritual, sino -como no puede ser de otra manera- también en el terreno material, maquiavélico dirigente, manipulador, en definitiva, muy poco cristiano. Es un hombre que aprovecha las turbulencias que se producen en el siglo XVI para erigirse como el gran salvador de la patria (¿no lo son todos los tiranos?), y como muchos otros utiliza la religión para conseguir sus fines personales. No cabe duda que cree en lo que predica, o al menos en algunas partes, las más superficiales. La austeridad hasta el límite, su prohibición de la alegría, al menos como se ha conceptuado en toda la historia de la Humanidad, no son ajenas a su forma de vivir. Lo que más me llama la atención es que pueda justificarse en las Sagradas Escrituras una interpretación que pueda llevar al hombre a comportarse de esta manera, pero bueno, no soy experto en la materia, como sí alguno de los lectores de este blog, al que dejo la puerta abierta para que nos ilustre con sus siempre sabios comentarios.

Frente a él nos presenta a Castellio, un personaje del que particularmente no había oído hablar, pero que pasa por ser uno de los hombres más eruditos de su época, conocedor de varias lenguas, además de ser un reputado teólogo. Castellio es un humanista que inicialmente no soporta el yugo de la férrea Iglesia católica de la época, y que se deja impresionar por la Reforma, por la libertad de interpretación de la Biblia que propone fundamentalmente Lutero. Como intelectual se pone en contacto con Calvino, principalmente por carta, en las que le hace llegar sus inquietudes y sus interpretaciones. Algunas de ellas chocan con las de Calvino (principalmente en el área de la predestinación), lo que provoca que el inicial buen recibimiento del maestro se convierta en profunda hostilidad, hasta el punto de que le haga abandonar Ginebra, además de buscarle la ruina económica. Castellio es capaz de refugiarse en Basilea, y después de muchas penurias encontrar un trabajo académico, aunque no acorde a su capacidad intelectual.

El detonante del enfrentamiento abierto es el español Miguel Servet, al que se nos presenta casi como un loco, una persona más bien gris que dentro del aparente desorden que la libertad de interpretación de la Biblia es provocado por la Reforma, comete el error de disentir de la doctrina oficial impuesta por Calvino, fundamentalmente al negar la Trinidad. No contento con desafiar por carta a Calvino, una vez que éste ha maniobrado para que la Inquisición le detenga (para un tirano el fin siempre justifica los medios), y que consigue escapar de prisión, no se le ocurre otra cosa que acudir a Ginebra retando a Calvino. Obviamente, éste mezclando su autoridad religiosa con su influencia política consigue que sea detenido, torturado, juzgado y quemado vivo, utilizando los métodos de la denostada Inquisición católica.

Particularmente interesante me parece el capítulo dedicado al Manifiesto en Defensa de la Tolerancia, en el que Zweig nos presenta párrafos literales de la obra de Castellio y de su correspondencia con Calvino. Interesante cómo el humanista desmonta todos y cada uno de los argumentos de Calvino, basándose en la Biblia, en los propios escritos de Calvino, y por supuesto, en el sentido común.

Zweig nos presenta un Calvino repugnante, con unas ideas que difícilmente pueden ser amparadas no ya por el Amor de Cristo, sino simplemente por cualquier hombre de buena voluntad, con independencia de su credo. Frente a él la tolerancia del débil no tiene eco en la sociedad del momento.


Preguntas que me plantea este libro:


¿Cómo es posible realizar una interpretación tan alejada de lo que aparentemente nos dice la Biblia, especialmente el Nuevo Testamento, por parte de personas que dedican su vida al servicio de Cristo?
¿Cómo es posible que pueda mezclarse tan fácilmente el poder civil con el poder espiritual, donde queda la afirmación de “a Dios lo que es de Dios, y al césar lo que es del césar”?
¿Por qué el hombre no aprende de sus errores a lo largo de la Historia? ¿Es, como me apuntó el otro día Juan Marí, el pecado original?
¿Por qué es tan conocida la figura y la doctrina de Calvino, y no tanto la de Castellio?


Y otras más que seguro surgen después de leer vuestros comentarios…

5 comentarios:

Nacho dijo...

¿Cuántos hay que persiguen el Reino de Dios en la tierra?
¿Cuántos que, buscando la verdad, se la imponen a los demás en vez de proponer el camino en el que la podrían encontrar?
La Reforma protestante, apelando a la libertad, a una supuesta libertad, se labra un prestigio infundado en contra de la antipática tradición: ¿no sigue la historia deparándonos los mismos errores?
Creo que hay que leer el libro que Alfonso nos propone, quizá entendamos que las fronteras no son tan claras.

Peregrino dijo...

Gracias Nacho. Mi recomendación es que leais el libro, no solo porque está muy bien escrito, sino porque además de contribuir a nuestra ilustración incita a la reflexión y a plantearnos nuevas preguntas.
Intentando contestar a tus dos primeras preguntas, desde una perspectiva muy individual, y sin duda superficial, te diría que ser cristiano, es seguir a Cristo, su ejemplo descrito en el Nuevo Testamento. En ningún Evangelio he visto a Cristo imponer nada, más bien predica con la palabra (convencer) y con el ejemplo, nunca con autoridad coercitiva. Me cuesta entender que mentes más lúcidas y doctas no entiendan los mensajes directos que encontramos en el mensaje de Cristo.
A la tercera pregunbta Juan Marí me respondió con su habitual maestria: es nuestro pecado original, puede ser que lo llevemos de fábrica. Y el verdadero Bautismo es el que lo debe lavar...

Nacho dijo...

También podría contestarse que somos humanos, sólo humanos, y por ello la puesta en práctica de doctrinas, ideas, propuestas, o lo que se nos venga a la cabeza para llevar a la práctica un mensaje o la verdad revelada, es imperfecta tal y como nosotros lo somos.
En cuanto a los del pecado original no lo entiendo: ¿cuál es nuestro pecado, ser católicos?

Un abrazo

Nacho

PD. Además de las razones de índole religioso y la luz que un libro así puede darnos, creo que leer a Stefan Zweig es una muy saludable acción. Su escritura es fluída y penetrante, y mira el mundo que le rodea con una agudeza intelectual que nos ayuda a decubrir visiones nuevas de la realidad. Me apuntaré al carro y espero aportar más a tus inteligentes comentarios.

Peregrino dijo...

Completamente de acuerdo con tu observación de este autor. Su obra rezuma erudicción, y está escrita de manera brillante, esto es simple, con ritmo. Me alegra que te subas al carro, y espero ansioso tu elección del segundo libro a leer.

En cuanto a tu respuesta a la pregunta, la imperfección del ser humano es un hecho indiscutible (creo), pero lo lamentable es que teniendo tantos ejemplos de errores que se han cometido a lo largo de la Historia no seamos capaces de ponerles freno e intentar no repetirlos. Son hechos que se condenan una y otra vez, pero a la mínima de cambio se repiten. Siempre relacionados con el poder temporal, utilizando el poder divino como excusa para cometer atrocidades. Ese ansia de poder que todo lo justifica, y no otro, podría ser el pecado original, no crees?

Nacho dijo...

Aunque el tiempo parece hacernos olvidar nuestros deberes, consideré desde el primer momento uno de ellos el leer este libro.Ha pasado el tiempo y me dispongo a cumplir escribiendo una breve reseña.
Como ya dije en otra ocasión, la sola recomendación de Alfonso ya es motivo suficiente para embarcarme en el placer de la lectura. Otros motivos, pueden ser el autor o el tema del que trata. En el libro que nos ocupa resultan elementos adicionales que refuerzan la recomendación.

Zweig muestra su maestría en este tipo de obras. Más allá de novelas, relatos o ensayos, Zweig se eleva por encima de lo común en sus biografías, y más en aquellas en la que a través de los personajes retrata a la humanidad, sus ideas y sus controversias.
En este libro, utiliza la polémica vital entre Calvino y Castellio, con Servet como accidental impulsor de la trama, para elaborar un sagaz y profundo análisis del doctrinarismo, la intolerancia, la violencia y el despotismo. Pero es en el último tercio del libro, cuando brinda a Castellio la palabra, donde la obra alcanza su mayor cota. Es allí donde vemos a través de sus escritos a un hombre de bella, digna y serena presencia moral invitándonos a ser libres, a pensar sin miedo y a vivir con integridad.
Sólo un pero: el voluntario partidismo que nos hace temer por una presentación imparcial y objetiva de los hechos.

Un abrazo

Nacho