Apasionante novela que describe la vida del contralmirante de la armada británica Robert FitzRoy, ejemplar marino que es normalmente conocido en la Historia por haber sido el capitán del Beagle, pequeño balandro donde se embarcó Darwin, y donde engendró las ideas que le llevaron a escribir su famoso “El origen de las especies”.
La vida de FitzRoy transcurre en la primera mitad del siglo XIX, época de grandes cambios en la civilización. Impresiona el valor de aquellos hombres que se hacían a la mar en pequeños botes, sabiendo que iban a pasar años fuera de sus casas (de hecho sorprende que no fuesen unos desarraigados), sometidos a todo tipo de peligros –mortales tormentas, enfermedades, hostiles nativos- en unas condiciones de extrema incomodidad. En el caso de FitzRoy, además, todo ello lo hace exponiendo continuamente su propio patrimonio, con el único objetivo de cumplir las misiones que le han sido encomendadas, pero siempre manteniendo sus principios y valores.
FitzRoy cree a pies juntillas la literalidad de la Biblia. Darwin, por su parte, se embarca en el Beagle como un aspirante a conónigo, que quiere llegar a Dios a través del estudio de la Naturaleza. Ambos están expuestos a las mismas realidades, y sin embargo sus conclusiones son muy distintas. Uno se lleva la fama, no queda muy claro en el libro porqué, cuando desembarca del viaje, mientras que el otro, que ha defendido la actuación de su compañero y que por lo menos ha de tener el mismo trato, empieza a partir de ese momento una cuesta abajo en su vida profesional injusta a todas luces.
No me queda claro el razonamiento que lleva a Darwin a rechazar la idea del Diluvio Universal, y por qué es la piedra angular del rechazo de la existencia de Dios. Obviamente las circunstancias de su vida pueden explicar su alejamiento e incluso negación de Dios, pero bajo mi punto de vista, no está bien explicado en el libro. El que quiera profundizar en el tema tendrá que acudir a alguna biografía de Darwin (se citan varias en la abundante bibliografía aportada), o incluso a sus libros.
Como decía al principio, el argumento principal de esta novela es la vida de FitzRoy. Y en ella sí que veo un paralelismo con la vida de Job. A diferencia del libro que comenté más abajo (Job la resignación traicionada, de Joseph Roth), FitzRoy se pasa la vida luchando por sus ideales. No deja que la vida pase delante de sus ojos, sino que se involucra en todas las batallas. Es una persona consciente de su importancia en el mundo. Probablemente la inflexibilidad en la presentación de sus planteamientos ayuda a su caída. Pero siempre actúa de buena fe, teniendo muy claro cuál es el Bien superior que debe defender. Posiciones que en aquel momento parece anacrónico defender, que están en contra del progreso anunciado por Darwin, como es el mensaje cristiano de la igualdad de todos los hombres, son hoy muy modernas.
FitzRoy es una persona carismática en la distancia corta. Todos los que han servido a sus órdenes le admiran. Es un hombre de honor, que antepone la palabra dada, y sus principios a cualquier cosa aun a sabiendas de que va a ser perjudicial para él. Confía en sus superiores, lo da todo por ellos, pero éstos raramente le responden.
Pero se ve envuelto indirectamente en las luchas políticas, intoxicadas por el poder y el dinero.
Su salto a la política es muy corto. No puede disfrutar ni un solo día de su elección, ya que los políticos profesionales (que muestran un desapego hacia sus gobernados bastante en la línea de lo que ocurre con demasiada frecuencia en nuestros días) se encargan de destrozarle su vida. Su vida en Nueva Zelanda es abortada por intereses puramente económicos.
Desde el punto de vista personal tampoco su vida es un camino de rosas. Ha de luchar contra una terrible enfermedad, sus esfuerzos económicos no son recompensados hasta después de su muerte (y sólo en parte), lo que le lleva a vivir cada vez con más estrecheces, su vida familiar también se trunca pronto…
A FitzRoy le toca vivir una época de colonialización. El es un marino, con grandes inquietudes personales. Quiere probar la existencia del Diluvio Universal y la igualdad de todos los hombres. Frente a sus tesis están las de Darwin y los transmutacionistas, que niegan el Diluvio y que los nativos al margen de la civilización cristiana sean considerados hombres o personas. Son una especie inferior y por ello van a desaparecer. No tienen ninguna posibilidad de ser considerados personas iguales a los cristianos, y por lo tanto su vida no tiene el mismo valor. Es execrable el uso que se ha hecho del cristianismo en la Historia para cometer barbaridades, interesadas única y exclusivamente por el poder y el dinero…
Mi pregunta a los que leáis este libro –aunque probablemente encontréis otras más interesantes- es la siguiente: ¿tiene razón Darwin y su teoría de la aniquilación de la especie más débil en relación a la extinción de especies como el contralmirante FitzRoy?