My rating: 3 of 5 stars
Volvemos a un libro del canon. Después de las dos últimas experiencias, no muy afortunadas en mi caso, he de decir que éste no me ha parecido tan tostón como el último comentado, ya que al menos contaba una historia. Desde el punto de vista literario he de manifestar que no me apasiona la prosa emperifollada de Carpentier, sin dejar de alabar su vastísimo conocimiento del idioma. Para leerlo en toda su extensión, debería haberme procurado de un diccionario en su versión más extensa. Probablemente, al no haberlo hecho he perdido una estupenda ocasión para ampliar mi vocabulario, pero qué se le va a hacer, lo dejaremos para otra etapa de mi vida. Otra cosa que me ha molestado, seguro que por desconocimiento, es la afición del autor a comenzar con mayúsculas multitud de palabras. No sé si se trata del estilo propio de la literatura masónica, en su caso, o simplemente un recurso del autor...
En cuanto a la historia contada, Carpentier nos traslada a la Revolución francesa -en su vertiente caribeña-, a los últimos años del siglo XVIII, a través de la vida de un tal Victor Huges y la abúlica familia de un rico comerciante cubano que fallece antes de la primera página. Nos muestra los ideales que impulsan a los masones a acabar con el orden establecido, luego a los antimasones o jacobinos. La historia tiene buen ritmo, y se adentra de manera correcta en los caracteres de los personajes. La falta de valores profundos de los mismos, el olvido de los ideales que inspiran su "revolución", la brutalidad de aquellos que intentan establecer derechos, y que terminan olvidándose de que esos derechos se establecen en nombre de aquellos a los que torturan, la fácil codicia ante las riquezas...
El autor nos contrapone al inicio de la novela el oscuro, gris y corrupto mundo de los católicos, a los aires libertarios de los jóvenes a los que Huges inculca sus principios. Tampono los masones, antimasones, jacobinos y otros revolucionarios quedan en buen lugar. Es una novela de desencantos, en el que solo la Sofía parece ser coherente.
Dos frases: Victor Huges, el gran revolucionario: "Lo siento. Pero soy un político. Y si establecer la esclavitud es una necesidad política, debo inclinarme ante esa necesidad..."
Sofía "...Quiero vivir al mundo de los vivos, de los que creen en algo. Nada espero de los que nada esperan".
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